En Filadelfo, mascador de luna (novela corta, para todas las edades) en el discurrir de la trama, y de los personajes, el lector descubre que poner el pie en un camino que no conduce a ninguna parte es señal inequívoca de que se va al encuentro del abismo que en cada viajero ha creado el deseo de grandeza y el desconocimiento de los demás seres humanos. El que huye, aquel que posee la sabiduría y la comparte, halla refugio en lugares a donde no llegan los rayos del poder imperial. El rey, quien ha extendido sus dominios hasta sentir el peso de su imperio en la corona, fuera de su castillo recibe la desolación que causa la búsqueda de su hijo y soporta la dureza de la travesía. La soberbia disminuye a medida que se hace consciente de que el verdadero poder es la sabiduría y de que esta hace grande a aquel que sin egoísmo la comparte.